Hace 70 años, Rafaela y José María montaron en una habitación de su casa un pequeño puesto con chucherías y algún que otro producto de alimentación. Este despacho se ubicaba a los pies de la torre de la Iglesia de la Victoria, el mismo lugar donde a día de hoy sigue, salvando las diferencias. Viendo la aceptación en el barrio, decidieron pasarse a otra habitación más cerca de la calle y montar un mostrador para vender productos humildes, pero que sin ellos no podemos vivir: como una lechuga, un tomate o un cuarto de sal.
En aquel entonces, se entendía de pesetas, duros y de “apúntame esto que luego te lo pago”. Esta tienda, que aunque sea conocida por varios nombres a lo largo de su historia (Tienda de Rafaela, Tienda de Trini y Autoservicio Mari Carmen) sigue la misma esencia de barrio y cercanía desde sus orígenes.
El legado de tantos años de trato con el cliente lo sustenta Mari Carmen, nieta de los primeros dueños. Desde muy pequeña su vida giró alrededor de la tienda. Allí creció y, desde hace 30 años, es la encargada del negocio familiar. Siempre bajo la atenta mirada de su madre, Carmen, y la ayuda inestimable de su padre, de Alejandro, su marido y la añorada tita Trini.
El comercio de cercanía ha sufrido también en esta pandemia. Esta tienda, que más allá de un ultramarinos al uso, sirve de centro de reunión vecinal, llavero del barrio, ¡e incluso banco! Porque más de una vez han prestado dinero a algún vecino para pagar una bombona o algo por el estilo. Así son las tiendas de siempre: dan mucho más de lo que reciben.
Mari Carmen Ramos, habla con Populus y confiesa que la primera parte del confinamiento en marzo fue estresante, ya que muchos vecinos optaron por comprar solo en su tienda. Negocios como el suyo, cumplían un protocolo envidiable en la atención al público. Con el panorama asimilado -en mayor o menor medida-, pese a todo, sigue todo como siempre. Aunque las cuentas se siguen haciendo en el papel a boli, este establecimiento dispone de un tpv para compras con tarjeta. Algo muy usado para pagar uno de los productos estrellas de allí: las cestas de regalo.
Mari Carmen lleva más de tres décadas haciendo cestas. Fue la pionera en hacer algo así por la zona, por lo tanto, al poco tiempo, ya tenía vecinos de otros pueblos agolpados en la puerta esperando su turno para encargar alguna. Estas son de frutas, chucherías, productos para el baño y un largo etcétera, ya que esta arahalense se da un arte sumo en prepararlas. Cada lazo, cada pliego de celofán que coloca es una liturgia que tiene un magnífico resultado en el encargo. Uno de los más importantes que tiene es el de realizar varias decenas de cestas -cada una distinta- para los ancianos de una residencia de Morón de la Frontera por Navidad.
En tiendas como las de Mari Carmen, encontramos los orígenes del significado de pueblo, de lo natural, de la risa sincera y del apoyo de un barrio, más allá de recoger un paquete del vecino de enfrente que no está. Autoservicio Mari Carmen: el resumen perfecto de la vida de pueblo.
Eugenio Jiménez L.